>> Síntoma, fantasma y toxicomanía. Creencia en el síntoma >> Por: Sebastián Ibañez.

Tal como lo menciona el titulo de este breve trabajo se intenta poder dar cuenta de la diferenciación y a la vez de la articulación entre estos tres conceptos fundamentales de la clínica psicoanalítica.

En primer lugar diremos que el  fantasma, tal como lo sostiene Miller en su libro “Dos dimensiones  clínicas: síntoma y fantasma”  se lo puede ubicar como lo que cubre la angustia suscitada por el deseo del Otro, el fantasma como un defensa ante lo real del goce, y a su vez, la angustia misma aparece cuando hay un desfallecimiento de la cobertura fantasmática. Ante el desfallecimiento del fantasma, el sujeto elegiría como posible salida o  solución, entre tantas otras, (una de ellas podría ser el síntoma) la vía por el consumo del objeto droga, realizando una ruptura con el Otro, en tanto este consumo, implica una manera de taponar la falta y la pregunta por el deseo del Otro.

En este sentido, el goce toxicómano es a-sexuado, se encuentra por fuera del  falo, de la medida.  Es un goce que no pasa por el Otro sexo, que supone tener que pasar por el encuentro con el cuerpo del otro y que implica la diferencia.  Ese pasar por el otro supone poner  en función al falo. Es un goce que pasa por el cuerpo propio y que se inscribe bajo la rúbrica del “puro autoerotismo”, un goce cínico que rechaza al Otro, que rehúsa que el goce del cuerpo propio sea metaforizado por el goce del cuerpo del Otro y que opera como cortocircuito. Ruptura con que lo que anuda lo real del cuerpo al significante.

La especificidad del goce toxicómano en efecto, no pasa por el Otro, pero tampoco por el goce fálico, rompe con lo fálico. Miller dice, es “la huida” ante el hecho de plantearse problemas sexuales”. Es un goce que lleva a la muerte literalmente, es el goce a secas. Un  goce que prescinde del Otro y de lo fálico, esto muestra de manera patética una satisfacción que no sirve para nada.

Miller sostiene que el fantasma seria una máquina para transformar el goce en placer, para domarlo, pues por su propio movimiento el goce no se dirige hacia el placer sino hacia el displacer. Más allá del principio de placer lo que hay es una dimensión de goce y el fantasma aparece como un medio para articularla con la correspondiente al principio de placer, fijando al sujeto un objeto.

El encuentro con la droga se situaría, por ende, en el lugar de la falta de referente fijo para la pulsión: allí donde hay vacio, surge la droga posibilitando que el sujeto evite volver a confrontarse con la castración, con la imposibilidad de la no relación sexual, que se traduce en  una  pregunta por el Otro sexo.

La ruptura con las particularidades del fantasma, implica una ruptura con aquello que el fantasma supone objeto del goce en tanto que incluye la castración. Mientras  la toxicomanía es un uso del goce fuera del fantasma, ella no toma sus caminos complicados de fantasma. Se produce una ruptura con el goce fálico, con el matrimonio con el pequeño hace-pipi. Esto trae como consecuencia  que en el caso de  las toxicomanías se puede gozar sin el fantasma.
El síntoma por su parte implica un llamado al Otro, en tanto es una formación del inconsciente que esconde una trama y una textualidad. El síntoma tiene estructura de lenguaje en tanto en él a operado metáfora y metonimia, es decir que se forma como sustituto. Efecto de una inscripción fálica que hace del síntoma una articulación significante. Formación de compromiso que se erige como salida o resolución de un conflicto entre fuerzas e instancias. El síntoma conlleva en su núcleo un conflicto de fuerzas. Por lo cual lo hace diferente del fantasma y la toxicomanía.

El encuentro con la droga que conduce a un sujeto a decirse “drogadicto” permite de alguna manera, obturar de  la angustia que le provoca su confrontación con el deseo del Otro, la que pondría sobre la mesa la  cuestión del goce  sexual.

La droga vendría al lugar en el que el fantasma se ha desestabilizado y  justo antes de que se produjera el síntoma que constituiría el llamado al Otro, se produce la iniciación.

El síntoma es una formación de compromiso, la toxicomanía seria una formación que rompe la transacción en beneficio de la satisfacción pulsional o goce, implica una ruptura con el goce fálico. Goce fálico que acota en el síntoma.

Las toxicomanías plantean una serie de desafíos a  la clínica analítica en tanto que el trabajo con pacientes adictos se suele encontrar en el inicio de la consulta una cuestión que por la negativa o por la positiva refiere al “ser” del sujeto “soy toxicómano” o bien “no soy alcohólico”. En tanto que estos, son significantes que el Otro social inscribe, y con los cuales el sujeto se identifica.


La función del analista seria tomar  el “soy toxicómano”, “soy drogadicto” a nivel del significantes y no del signo, pudiendo de esta manera hacer de la toxicomanía  un síntoma que venga a interpelar e interrogar al sujeto. 

>> El Pasado >> Por: Gabriela Alluz y Lilian Carini



La película trata sobre un rasgo la época actual, muy común hoy en día, que son, las familias ensambladas y su modalidad de funcionamiento. En la familia de la película al principio todos se muestran funcionando medianamente bien, pero los hijos  aparecen como síntomas que denuncian que algo no funciona.
Lo que nos llama la atención es el estilo de la película, que gira alrededor de  un misterio; la verdad no se muestra de una vez sino que se va develando, hay situaciones  que el director deja librado a la interpretación del espectador, como la del inicio, cuando se encuentran los dos personajes y uno no sabe bien cuál es el vínculo que los une.


Hay muchos misterios y temas que no se tocan, y es lo que denuncian los hijos mediante síntomas, a través de su conducta,  tanto el niño, Fouad. el hijo del novio ,como la hija adolescente, Luci, que se revela a los mandatos maternos y  rechaza a su madre abiertamente.
Se puede decir que todas las situaciones que se van suscitando en la película son planteos éticos y morales, el interjuego del bien y el mal, que sumen a los personajes en la angustia y la culpa.
El hecho  de que la esposa de Samir esté en coma,  es un tema difícil pero no insuperable aparentemente, pero está lo que subyace, del orden de lo ominoso, de que la mujer se quiso suicidar, y luego, al parecer, también quedarse en coma, para castigarlos.
Es por ello que el pasado se presentifica cada vez, ellos eran amantes, y el
 tema es que los consume la culpa y no lo quieren ver.
Hacen la vista gorda al hecho de que la familia ensamblada está fundada no ya en la postración de la otra sino en su asesinato.
Pero ¿Por qué no pueden ser felices lo mismo?  Porque de la culpa se goza. Con la culpa se revive, se repite la escena y la vuelven a matar cada vez.
Están entrampados por esa situación, es como decir que el pasado los condena.
El misterio que los atormenta es cual fue la causa de la decisión del suicidio de Céline, de la cual, cada uno, Samir, Marie y Luci, se sienten responsables, y también cada uno tiene su interpretación de los hechos, de cómo acontecieron.

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 La llegada de Amhad, la expareja, es crucial porque es él que va descubriendo los secretos o lo no dicho en la historia, actúa a modo de detective, porque se pone a investigar y se anima a mirar lo que nadie se atreve o no quieren ver, actúa también como contenedor de todos, de los niños, de la hija adolescente y de su exmujer con la cual tiene un trato especial, la escucha y tiene atenciones para con ella, da la sensación como si hubiese quedado algo pendiente en esa relación, no se sabe bien o no lo muestra la película porque se fue él, pero en ella todavía se escuchan reproches y reclamos como si se hubiese sentido abandonada y en él se puede interpretar que también hay algo de culpa por haberse ido.
Hay verdades a medias o medias verdades que al principio aparecen veladas, como ser el pedido de Marie a Amhad  para que venga a firmar el divorcio, justo en este momento tan crítico, como luego le reclama él mismo a Marie, sintiendo que había toda una intención en que llegue en medio de semejante situación.
Otra verdad que se va develando es la de Luci,la hija adolescente, en cuanto al rechazo al novio de su madre y a su propia madre, que lo expresa a través de su rebeldía, de sus desapariciones, con lo cual alteraba a todos, hasta que Amhad logra vincularse con ella al punto de crear un lazo que le permite dilucidar que había detrás de lo que manifestaba, y que justamente era la culpa de sentir que, a causa de los mails enviados a la esposa, ella carga con la responsabilidad del intento de suicidio.

Las verdades a medias o medias verdades las podemos vincular con el sentido manifiesto y el sentido subyacente del síntoma, el contenido reprimido que insiste y que se repite cada vez, porque hay una satisfacción en juego que hace que el síntoma resista.
Otra modalidad de la época que podemos situar es la conflictiva entre padres e hijos y la dificultad de funcionar como referentes de autoridad, lo que se evidencia en el vínculo de Marie con su hija adolescente, y en la relación de Samir con su hijito sumado además a las nuevas relaciones que tienen que enfrentar con las nuevas parejas de sus padres.
A su vez que el rol de figura paterna para Luci lo desempeñaba Samir a pesar de no ser su padre biológico. Este hombre funciona como padre de todos, él que paradójicamente no es padre de ninguno pero es un padre en una posición femenina, se ocupa de todos como una madre, esto se observa claramente cuando en diálogo con uno de los niños le dice, “Tú deberías casarte con una mujer persa” “y como es una mujer persa”, pregunta el niño, “como yo pero mujer”, contesta Amhad,

Una pregunta que nos surgió tiene que ver con cual es el papel que tienen los hijos para esta mujer, como que la función fuera la de cubrir un vacío, frente a la dificultad del encuentro con un hombre, los hijos aparecen entonces para imposibilitar la relación de pareja.
 Luci  capta esa modalidad de vínculo de su madre, cuando le dice a Amhad, ella ya tuvo tres maridos, desde que nací, siempre tuvimos ese problema, éste estará un tiempo y luego nos dejará.
Los hijos, tanto Fouad como Luci denuncian los pecados de los padres,  “¿Como ella puede casarse con alguien que tiene mujer?” también cuando el niño le dice a su padre “¿Porque no la desconectan?, si alguien se suicida es porque quiere morirse”..
La experiencia analítica es uno de los pocos espacios donde se respeta lo imposible de decir. El psicoanálisis se orienta por el síntoma de quien sufre. Más allá de lo éticamente bueno o malo, de los prejuicios, lo que rescata el psicoanálisis es la verdad de cada sujeto, que pueda hacerse cargo de su propio deseo.
. El director de la película opera como un psicoanalista en el sentido que sabe que la historia va del porvenir al pasado y que si bien no es seguro que se pueda cambiar el futuro, apostamos  que, a través de un análisis se puede cambiar el pasado, teniendo en cuenta que la verdad tiene estructura de ficción y que lo que cuenta es la verdad de cada uno, la interpretación que cada uno hace del mundo y de los hechos que le acontecen.
El psicoanálisis posibilita entonces que el sujeto pueda encontrar un estilo, algo así como una invención, que le permita funcionar en la vida.
Podemos asociar la resolución de la película con lo que acontece en la actualidad, época que se caracteriza por la caída de los ideales y las instituciones que antes regulaban están en crisis, lo que  genera una especie de  horizontalidad, donde nada se resuelve y no hay una palabra ultima, solo  existen  modos de seguir funcionando, como piezas sueltas.
Cabe la pregunta si las nuevas constelaciones familiares, como las familias ensambladas serían un síntoma de la época actual. 

>> Pensando la Cuestión de la normalidad. >> Por: Mario Lavaisse


 “Lo normal no es un promedio correlativo de un concepto social, no es un juicio de realidad, sino un juicio de valor, una noción límite […]”
Georges Canguilhem
                                                                                 
            El objetivo del presente es otorgarle un lugar de reflexión a la cuestión de la normalidad en el dominio del saber psicológico. Para ello, se hará una exploración del concepto desde el saber cotidiano hasta el científico, bajo la orientación principal de tres autores guía: Georges Canguilhem, Jacques Lacan y Michel Foucault.

            El diccionario de la Real Academia Española define a la palabra normal de la siguiente manera:
            (Del lat. normālis).
            1. adj. Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural.
            2. adj. Que sirve de norma o regla.

            Si bien las acepciones del diccionario nos muestran lo intuitivo del concepto, señala dos aspectos que estudia Canguilhem. Esto lo veremos adelante.
Una suerte de obstáculo epistemológico aparece cuando se confunde el adjetivo usado en la vida cotidiana con la cuestión de la normalidad en psicología y psiquiatría. Los psicólogos estamos llamados constantemente a dar una opinión acerca de lo normal o lo patológico de una amplia variedad de fenómenos. Es por eso que es preciso captar de entrada el carácter ficcional del concepto en tanto construcción colectiva. A pesar de la especificidad y complejidad de los estudios relativos a los neurotransmisores, la concepción de lo normal y lo patológico reside en otro lado, un terreno imposible de estudiar a través de las lentes de un microscopio.
            Claude Bernard y Auguste Comte se habían propuesto, en el siglo XIX, definir a lo patológico desde una perspectiva naturalista, enfatizando las alteraciones de lo normal para definir a lo anormal, sin aclarar específicamente a que se referían con “lo normal” más allá del criterio estadístico.
En el siglo XX las elucubraciones acerca de la enfermedad como constructo teórico lejos de verse aumentadas, se vieron disminuidas.
            Uno de los aportes fundamentales llegó en 1956 de la mano de Georges Canguilhem con “Le normal et le pathologique” (“Lo normal y lo patológico”). El autor se propuso mostrar las dos caras del concepto de “normal”; por un lado, la cuestión fáctica, cómo  aquello que se vuelve a hallar en la mayoría de los casos de una especie específica, o aquello que constituye el promedio esperable. Esta sería la primera acepción del diccionario. Por el otro lado estaría la cuestión de la aproximación a lo óptimo, es decir lo que “debe ser”, lo que sirve de norma, como señala la segunda definición.
            El equívoco que señala Canguilhem es que esas concepciones de lo normal se mezclan haciendo de los hechos, hechos valorativos ("un valor que el que habla atribuye a ese hecho, en virtud de un juicio de apreciación que asume"). Entonces en esta concepción dual entra por la puerta trasera una interpretación camuflada.
            El principal aporte de este autor radica en haber mostrado la inexistencia de un hecho normal (o patológico) per se, sino que “las anomalías no son en sí patológicas, son sólo variantes que expresan otras normas de vida; si esas normas son inferiores, en cuanto a estabilidad, fecundidad y variabilidad con respecto a las normas consideradas normales, entonces se las denominará patológicas”.
            Desde Canguilhem lo anormal no será sinónimo entonces de patológico, ni será entendido como “sin norma”, sino como una norma alternativa, paralela, diferente, pero normativa al fin.

         Junto con los textos del ciclo lectivo de 1974 dictados por Michel Foucault en la cátedra que tenía bajo su cargo “Historia de los sistemas de pensamiento”, se encuentra el brillante trabajo genealógico en el que trata la cuestión de “los anormales”.
            A partir del análisis de trabajos psiquiátricos antiquísimos logra dilucidar que la noción de “anormal” no tiene un origen unívoco ni es producto de una construcción lineal, sino que es producto de una múltiple vertiente histórica. Los personajes que reúne el autor francés para esta genealogía, son tres: el monstruo humano, el individuo por corregir, y el onanista.
            En la Antigüedad el monstruo era aquel ente intermedio entre una bestia y un ser humano. El mismo traía aparejado dificultades para el aparato legal, por la circunstancia de no poder definir su naturaleza, además de otras cuestiones morales también discutibles (Si un siamés comete un crimen, ¿se le puede ejecutar a él conjuntamente con su hermano?  ¿Se puede bautizar a un hombre mitad hombre-mitad bestia?).
            Al respecto de este punto piénsese en las dificultades conceptuales de ciertos casos en la actualidad. ¿Son los niños ferales seres humanos? La respuesta a esta pregunta compete una respuesta a la pregunta por el ser que es compleja por definición.
            Con respecto al individuo por corregir, Foucault nos muestra como esta nueva categoría es producto de determinadas estructuras y técnicas de disciplinamiento creadas alrededor del siglo XVIII, a saber las técnicas de "domesticación del cuerpo" de las escuelas, el ejército, como así también de las primarias normativas familiares.
            Al presentar la figura del onanista, consigna a los absurdos diagnósticos que se  realizaban (durante el siglo XVIII)  de determinadas enfermedades por parte de médicos de Europa Occidental, que atribuían a la masturbación su etiopatología. Foucault explica “la cruzada contra la masturbación traduce el  ordenamiento de la familia restringida como un nuevo aparato de saber – poder”, ante el novedoso tratamiento a llevar a cabo para impedir, los padres, practicas onanistas a sus pequeños, siempre bajo la supervisión de un médico.
            Entonces “ese personaje incapaz de asimilarse, que ama el desorden y comente actos que pueden llegar hasta el crimen” nace como una conjunción de las figuras antes mencionadas. Foucault observa que al mismo tiempo que se desarrollaba la psiquiatría, pretendía transformarse en el juez que evite la aparición de estos anormales. Existe una relación inalienable entre el poder y el saber. Piénsese en los modelos periciales actuales. ¿Se mezcla o no la jurisprudencia con el saber psiquiátrico?
            Asimismo, estos personajes descriptos no llegaron a confundirse en uno repentinamente, sino que prescribieron las bases para los primeros desarrollos  teóricos respectivos a cada uno de ellos. El estudio del monstruo se transformó en embriología, el del individuo por corregir se convirtió en una fisiología de las sensaciones, y del onanista, los primeros estudios acerca de la sexualidad psicopatológica.
            El autor dice, magistralmente: “Al hacer hoy al médico la pregunta verdaderamente insensata: ¿este individuo es peligroso? los tribunales prolongan, a través de las transformaciones que se trata de analizar, los equívocos de los viejos monstruos seculares”.
            En “La vida de los hombres infames” comienza aclarando ese pertinencia que expresa la pregunta “¿es esto normal o no?”. Observa Foucault que  poder distinguir entre lo normal y lo patológico conlleva el poder para separar lo desviado de lo no desviado.  
           

Síntoma como expresión de lo patológico

            No debiera olvidarse la diferencia radical existente entre la definición del síntoma psiquiátrico (y el psicológico derivado) y la del psicoanálisis. En medicina el síntoma es un fenómeno anómalo que se juzga patológico y, en consecuencia, extirpable para el logro de la bienaventurada normalidad. En psicoanálisis el síntoma jamás podrá ser accidental, sino que decimos, desde la letra freudiana que “tiene un sentido” y desde Lacan, que se trata de “un significante de un significado reprimido”, posible de encontrar en la palabra del sujeto.
Al respecto de esto se entiende al psicoanálisis como reverso de la política en tanto recorre el camino contrario, no de la norma a la adecuación sino de la repercusión en el cuerpo de la inscripción en el lenguaje, imposible de generalizar.
La noción de síntoma en psicoanálisis no es sin obstáculo. Pueden nacer equívocos si se recorre la obra de Freud sin la advertencia de que los conceptos se van modificando y redefiniendo. Un claro ejemplo de esto último es la definición de la angustia como síntoma y la afirmación (no simultánea) de que “Toda formación de un síntoma se forma para escapar de la angustia”. Es evidente una circularidad en las definiciones que torna ininteligible al concepto que nos ocupa, repito, si es que no está advertido de las redefiniciones que mencionadas anteriormente, puesto que no es lo mismo tomar al síntoma de 1906 que al síntoma de 1926, y mucho menos al comenzar a indagar la obra de Jacques Lacan, quien logra una definición del síntoma como la relación del sujeto con su goce.
El síntoma es una solución en sí misma y extirpar esa solución que el sujeto intenta, acarrea consecuencias para nada leves. Si el tratamiento cognitivo comportamental de la fobia pretende erradicarla a través de ejercicios similares a los de una rata en un laberinto, resulta una experiencia análoga al impedimento de la cicatrización por considerarla patológica.
Las experiencias del psicoanálisis muestran cómo los síntomas son modos de hacer frente a la exigencia de normalidad. Singularidades consecuentes del intento homogeneizador.  Entiéndase por “exigencia de normalidad” al concepto  aquel en el que fundamenta sus prácticas curativas el paradigma de la salud mental: las expectativas a las que los sujetos  responden haciendo síntoma.
Desde Lacan no existe posición alguna que pueda llamarse “normal”. Haciendo estadística se puede volver a la primera acepción del diccionario para referir a la neurosis como la estructura normal por mayoría estadística. Pero ¿basta con la norma estadística? La neurosis – así como la psicosis y la perversión - se refiere a una estructura clínica, al posicionamiento del hombre en el lenguaje más que a un listado de síntomas.
Las estructuras son inmodificables e “incurables” puesto que no son enfermedades, esto debe quedar en claro. No son, repito, “sin norma” sino normalidades alternativas, todas las estructuras consecuencias del encuentro entre el cachorro humano y la ley sugerida por el Otro. A este respecto ¿son los niños ferales psicóticos quienes ni siquiera tuvieron la chance de observar alguna ley? (he aquí las dificultades conceptuales referidas anteriormente)

El hecho de tener pensada la cuestión de la normalidad y la patología en el campo de saber que nos compete es fundamental. Y es una cuestión que sólo puede dilucidarse con espacios de diálogo cuyas pretensiones no sean las de domesticar la realidad gracias a una suerte de integración final, pues estos intentos serían vanos, se sustituiría un modelo que no incorpora la falta por otro de similares características. La definición de lo normal no es sólo es un instrumento teórico, sino una guía, un modelo, un concepto tutor a la hora de pensar el diagnóstico. Resulta preciso procurar no repetir reduccionismos naturalistas del siglo XIX. ¿No se repite esa exigencia cuando se pretende un señalamiento diagnóstico codificado que pueda expresar  en un renglón la mismísima naturaleza humana?


por Mario Lavaisse,  psicoanalista practicante miembro del C.I.D. Santiago del Estero





> El hombre, la mujer - El amor* > Por: Patricia Soto


"Puedo amar a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora con ojos como esponjas, y a la que es corcho seco y nunca llora. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti; puedo amar a cualquiera que no sea verdadera"
El Indiferente
John Donne.

Orientados por las enseñanzas de Jacques  Lacan ubicamos  dos lugares posibles para la posición sexuada de los seres hablantes: la posición masculina con   un goce localizado, circunscripto por la lógica fálica. Y la posición femenina en la cual encontramos   la presencia de un goce no todo situado del lado del falo, un goce suplementario por fuera de esta  regulación fálica que no tiene una localización precisa,  un goce infinito.
Jacques Alan Miller en su Seminario "De la naturaleza de los semblantes" dice sobre la función del semblante, que esta consiste en hacer creer que hay algo allí donde no hay, por lo que la fórmula de Lacan no hay relación sexual, - no hay relación de complementariedad entre los sexos - implica que a nivel de lo real sólo hay semblante.

No hay relación sexual. La mujer no existe, formulaciones lacanianas que orientan nuestra práctica analítica. 

La mujer no existe, no hay un significante que pueda decir que es la mujer. Una mujer se va a definir por lo tanto,  una por una en su singularidad, en relación al modo en que se las arregló con su posición respecto a la lógica fálica: "…a rubias y a morenas, a la que finge la abundancia y a la que esconde la indigencia; a la que prefiere la soledad, a la que cree, y a la que duda; a la que siempre llora…. Puedo amarla a ella, y a ella, y a ti, y a ti", son estas algunas descripciones  de la mujer que nos hace  John Donne sobre la mujer posible de  ser amada.
Freud  sitúa a la mujer en tanto madre del lado del tener, mientras que con Lacan podemos reconocer, además,  a la verdadera mujer como la que se ubica del lado del no tener. “Las verdaderas mujeres, eso siempre tiene algo de extravío” nos advierte en su Seminario 5. Algo de extravío que puede llevar a algunas mujeres a cometer actos extremos, ilimitados; fuera del límite de la regulación fálica,  en muchos casos ante la pérdida del amor de un hombre,  tal como lo revela la clínica de la época.

Podemos  situar aquí -  desde el extravío que conlleva a la mujer su ubicación en el no tener y lo que deriva de la misma en el hombre -  la aclaración… advertencia… o resguardo de sí… de su tener que  haría el autor en el poema… "puedo amar a cualquiera que no sea verdadera".

En el seminario anteriormente citado, Miller destaca como en el hombre, particularmente en el obsesivo, “el amor desemboca en el odio,  por lo que implica de voluntad de castración” Mientras que “a la mujer le corresponde amar, el hombre sólo ama con la condición de reconocer que no tiene” y agrega “no tener que se traduce en una falta en ser”. De lo cual se desprende    que,  si la mujer como salida a su no tener  buscará ser el falo para el hombre al que dirige su amor o tenerlo vía este mismo hombre,  como  nos  enseña  Lacan, desde esta vertiente del amor, la mujer no sólo no encontraría  el significante que le diga que es ser una mujer sino que a la vez, podríamos pensar,  daría mayor  lugar a la aparición del odio.
Odioemamoramiento, neologísmo de Lacan que nombra la ambivalencia intrínseca entre estos  afectos.

Por lo que de este breve recorrido podemos deducir que si bien tanto desde la posición masculina como desde la femenina para poder amar es condición   asumir la falta – el no tener - dado que como Lacan lo define “amar es dar lo que no se tiene (el falo) a alguien que no lo es (el falo)”  cuanto más se espere  de esta asunción de la falta,  – en tanto  que esta, decíamos,  se traduce en una falta en ser – en mayor medida también tendrá lugar del lado hombre la dimensión del odio como defensa a la castración;  con sus consecuentes manifestaciones de agresividad hacia la mujer, podemos agregar. Fijándose  a la vez  la mujer, ya sea en su posición de estrago - como derivación de la relación con su madre – (en tanto esperó mayor subsistencia de esta que del padre) o en la posición histérica al continuar  esperando       un don del padre que resuelva su relación con lo femenino.  

Pero Lacan, además de enseñarnos  a reconocer tanto el amor como el odio como pasiones del ser - pasiones que derivan de la relación del sujeto en su falta en ser con el Otro al que se dirige en búsqueda de un significante que lo nombre, al cual se identifica -  también nos  muestra    que si del lado del Otro está el significante que nombra,  del lado del sujeto encontramos el goce pulsional. Goce   autoerótico, solitario, goce del S1, del significante amo   que comanda la vida de los  sujetos,   otros modos  de decir de la ausencia de relación sexual.
Ante esta disparidad entre los goces, ¿cómo se produciría el  buen encuentro entre los sexos? ¿Qué  haría de lazo posible  entre  un hombre y una mujer?  “El amor suple la ausencia de relación sexual”. Otra referencia de Lacan al amor es, “el amor permite al goce condescender al deseo” 
Contamos también desde la orientación analítica, con el síntoma,  con su uso   para   la clínica y como facilitador    del  lazo con el otro. Síntoma   concebido    como la manera particular de cada uno de gozar.
Siguiendo las últimas formulaciones de Miller a  la par del amor   como pasión del ser con su    contratara de odio,  podemos ubicar  el síntoma. El partenaire síntoma, partenaire entendido como alguien con quien el sujeto juega su partida. Sabemos desde Lacan que el sujeto juega su partida con el objeto a de su fantasma,  del cual el síntoma es su envoltorio. Partenaire síntoma,  lugar propuesto a ser ocupado por la mujer para quien se encuentra alojado en la posición masculina.   La mujer  como partenaire síntoma de un hombre propone Miller, lugar al que la mujer   podrá consentir o no;   ser como el síntoma, envoltorio del objeto a, plus de goce. El hombre también tendrá que consentir a creer en que la mujer tiene algo para decir del síntoma que los une. “Este algo para decir, lo encontramos en el fundamento del reproche femenino al hombre, hablemos más” y  Eric Laurent, en el seminario El Otro que no existe y sus comités de ética,   siguiendo a Lacan   precisa,  “creer en lo que ella dice se llama amor”. Este creer en la mujer  lo  diferencia Laurent  de creerla a la mujer, lo que implicaría ubicarla en el lugar de la mujer que no existe fijándola en el lugar del Superyo, con los efectos devastadores que esta localización conlleva para ambos.

Podemos pensar entonces, desde el psicoanálisis lacaniano,  que  un  encuentro   entre dos sexos  ubicados en    posición masculina   y   posición femenina, encuentro este siempre contingente,  que daría lugar a un lazo entre ambos estaría posibilitado a   partir de la concepción del  partenaire síntoma,  es decir desde    la manera singular de cada uno de gozar más allá del tú eres de la nominación, del narcisismo  o del goce de cada cuerpo que determina el aislamiento. Un lazo posibilitado por el modo particular que cada sujeto tiene de gozar, goce al que nos advierte Jacques A. Miller, “primero hay  que ponerlo en condiciones, peinarlo…. vestirlo, explicarle los buenos modales”. Recorrido al que nos invita la experiencia de un análisis.

 Patricia Soto
Instituto Oscar Masotta
CID Sgo del Estero

Bibliografía

Lacan, J. Seminario Aún. Paidós. Buenos Aires. 1985.
Miller, J.A. De la naturaleza de los semblantes. Paidós. 2002.
Miller, J.-A, El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, 2005, Bs. As.
Alejandra Glaze y Leticia Acevedo (compiladoras) No locas-del-Todo. Grama 2012

* Publicado el Comunicarnos. Boletín Oficial del Colegio de Psicólogos de Santiago del Estero. Año XI Nº 11. Octubre 2012

>Políticas públicas para el cumplimiento de la ley 26.657. >Por: Lic. Inés Contreras de Magno.


Con el establecimiento de la Ley de Salud Mental 26.657 se pretende asegurar la protección de la salud mental de todas las personas. A partir de ella, surgen los siguientes interrogantes: ¿Cómo hacer circular la transferencia en una institución pública? ¿Cómo debe operar en la misma un psicoanalista para hacer un rescate de la subjetividad en una institución donde priman otros discursos? ¿De qué "demanda" se trata? 


En el capítulo I: Derechos y garantías de la Ley Nacional de Salud Mental   Nº 26657, su Artículo 1° dice: "la presente Ley tiene por objeto asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con padecimiento mental [...]"

Así, el tema de la salud mental es una preocupación moderna, una preocupación de los derechos humanos. Antes, en otras épocas lo que le preocupaba al amo clásico era la salud del rey, la salud del propio amo y con la salud del amo se garantizaba la salud del pueblo. Surge aquí la ambivalencia en la relación que tenían los amos con los médicos. Así los reyes cristianos tenían un médico árabe o judío, no sólo porque los médicos cristianos sabían poco, sino porque así podían matar al médico si fracasaba. Hoy se les hace juicio (2). Se introduce la ambivalencia de la transferencia con el médico, que siempre fue una relación apasionada.

Estas pasiones no han desaparecido en nuestro mundo laico. Así Jacques Lacan (1964) define el concepto de transferencia como la puesta en juego de la realidad sexual del inconsciente. Considero que la cuestión de la transferencia es el instrumento fundamental para llevar adelante un tratamiento, ya se trate de Instituciones Publicas o Privadas. Todo paciente busca en un Otro, un saber y el fenómeno de la transferencia nos lleva entonces hacia lo más arraigado del deseo de saber y que es el único terreno por el cuál se es médico: “la demanda del enfermo”(3). Sabemos desde el psicoanálisis que no siempre se trata en la “demanda” que lo saquen de su posición de enfermo…sino que lo dejen en ese lugar.

Es allí donde ha de advenir un psicoanalista que atraviese ese nivel explícito de la demanda de curación y haga emerger el nivel implícito de la misma y es en ese lugar el de la transferencia donde se dará la revelación,… y es que se trata de la relación con el “goce del cuerpo”.
Es en la institución psiquiátrica a donde llegan las demandas de terapéutica, donde el analista podrá verificar y materializar la apuesta del psicoanálisis aplicado. Es decir, aplicar el psicoanálisis allí donde operan otras terapias, las terapias farmacológicas, las terapias del yo, de restauración y aún aquellas que agregan un exceso de sentido con el riesgo de borrar el síntoma y aun el deseo del sujeto.

Intentamos como trabajadores de la salud mental no desistir y preservar el lugar para ingresar la demanda del que consulta, en la dialéctica de la cadena significante y articularlo a un discurso que lo lleva al saber sobre la causa de su malestar.
Sabemos que en las psicosis hay certeza de saber en el Otro y será en el caso por caso que el goce deslocalizado que invade al sujeto pueda crear un significante que lo organice, que lo estructure o ponga límite a su goce desamarrado.

También está la inclusión en los dispositivos en el Servicio de rehabilitación donde a través de las actividades creativas esté asegurado el reconocimiento de su subjetividad, la afirmación de su palabra o el establecimiento de un discurso que pueda producir un efecto de sujeción o de suplencia.
“El técnico o el profesional de la salud mental tiene estas posibilidades: ser sólo un agente de gestión en la relación de un sujeto con el otro social….ó  ser el agente del vínculo del sujeto con la causa de su sufrimiento y que por añadidura modificaría su posición en el lazo social (4)”.

Los profesionales de la salud mental hoy son contratados como psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, etc. Pero esto no impide que cualquiera de ellos decida, con su deseo, instituir el dispositivo de la escucha,  y la creación del acto analítico si se trata de un psicoanalista.
En la tarea en las Instituciones tomo las referencias del capítulo de Clínica y política en el texto del Banquete de los analistas, de J. A. Miller donde dice que: “no se trata de transmitir el psicoanálisis sólo entre psicoanalistas, sino precisamente a aquellos que no lo son.”. Y también el decir del psicoanalista Germán García:…”que cada uno espere lo que desea, sin dejar de hacer lo que corresponda”


Citas bibliográficas:
(1) Psicoanálisis e Institución: una discusión – Monique Kusnierek y Eric Laurent
(2) Eric Laurent. Psicoanálisis y Salud Mental, editorial Tres haches, pág.  34.
(3) Jacques Lacan: Psicoanálisis y Medicina. Intervenciones y textos, pág. 91.
(4) Rivas Padilla, E. La transferencia en la institución, pag. 22-25

Autor: Inés Cristina Contreras
Lic. en Psicología.
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis
Miembro del CID-Sgo. del Estero, Instituto Oscar Masotta
Docente de la Lic. en Psicología, Universidad Católica Santiago del Estero
Ex directora del Hospital Psiquiátrico "Dr. Diego Alcorta"