> Psicoanálisis sin diván (de Irene Greiser). * Por Silvia Ons



Tanto Freud como Lacan anhelaban que el psicoanálisis se inscribiese en la cultura y nunca limitaron el poder de la interpretación al ámbito privado del consultorio. Freud analizó la cultura de su época y su malestar, ahondó en textos literarios  y en creaciones pictóricas y escultóricas, indagó sobre el fenómeno de masas. Deseó para el psicoanálisis un porvenir, en el que tuviese una incidencia en lo social, que sobrepasase su lugar como tratamiento curativo de las neurosis. En 1926  marcó especialmente la distinción entre el psicoanálisis terapéutico y el psicoanálisis como ciencia, temía que su hallazgo quedara reducido a ser una  técnica mas, entre aquellas que alivian del sufrimiento. Deseaba, en definitiva, que su descubrimiento pudiese  afirmarse como una lectura de la civilización, que trazase su marca en ella. Lacan se interesó de entrada, no solo por la subjetividad de su época, sino por los discursos asentados en la cultura que interpeló y que leyó analíticamente. A diferencia de Freud, se encuentran en Lacan más interpretaciones dirigidas a estos discursos, que aquellas referidas a sus  propios pacientes. La lista de convocados es interminable: filosofía, literatura, política, ciencia y  los propios analistas  puestos en el banquillo.
            
 El libro de Irene Greiser se inscribe en esta tradición agregándole a esa lista la importancia de que el campo jurídico pueda ser interpelado, su propósito es también  el de lograr que el psicoanálisis pueda incidir en los organismos  sociales y educativos, gubernamentales y no gubernamentales. Capítulo por capítulo muestra de qué manera se inserta el trabajo analítico en las instituciones, necesitadas como nunca de esta labor por la pérdida  de brújula que caracteriza al malestar contemporáneo. Explora especialmente aquellas vinculadas con el campo del delito, la violencia, la criminalidad, el desamparo, la marginalidad. Analiza de qué manera en estos campos no solo el sujeto y su singularidad permanecen excluidos sino que los mismos analistas se desdibujan frente a las demandas impuestas por tales dispositivos. Greiser rastrea cuáles son los obstáculos para el advenimiento del acto jurídico y del acto analítico. La ideología de los derechos humanos, junto con la importancia creciente de las evaluaciones coadyuvan como  impedimentos para una ética que contemple la singularidad. No se refiere a los derechos humanos en si mismos-de tanta importancia para la humanidad- sino la ideología, que hace que ellos se expandan usándose como justificación para todo, de manera ubicua. Tal ideología, pone el acento en el ciudadano que aparece  como individuo universal  en beneficio de una omniabarcante e indiscriminada igualdad. Así, paradójicamente-dice la autora en el “para todos” universalizante de los derechos humanos, tan afín a la democracia,  enuncia para todos lo mismo y en ese punto, encuentra semejanza con el pensamiento único de los totalitarismos. Pero también hay que pensar a la evaluación como ideología que  intenta mimetizarse con las ciencias duras. Vale recordar el imperativo galileano: “Hay que medir todo lo que es medible y hacer medible lo que no lo es”. Si tal consigna se ha extendido tan ampliamente en otros campos es-como bien dice Miller- por expresar algo muy profundo, una  mutación ontológica, una  transformación de nuestra relación con el ser.  Imposible no evocar aquello preanunciado por Heidegger.

Greiser se afana en hacer valer la causa analítica,  apuntando a la singularidad del sujeto, elidido en abstracciones y protocolos de la falsa ciencia. Pero ello no equivale a hacer un psicoanálisis, sino a poder circunscribir, por ejemplo la especificidad de la relación del sujeto con el delito. Los que hemos supervisado pericias judiciales sabemos cómo  en estas no se tiene en cuenta tal peculiaridad, que es en realidad lo único-dice Greiser- que debe interesarle al juez. La autora desbroza con lucidez la impotencia de los protocolos y de las evaluaciones para dar cuenta de lo más verídico de las demandas institucionales. En las pericias judiciales abundan descripciones de  mecanismos de defensa y diagnósticos de personalidad tabulados por el DSM que dejan perplejos e insatisfechos  a los jueces ya que nada dicen de la particularidad del caso. Tampoco se trata, explica la autora de rastrear en los detalles de la historia infantil ni de entrar en un rol detectivesco muchas veces solicitado. Este último es a veces pedido por el propio juez, frente a  propia posición vivida en ocasiones con angustia, ya que  sabe que su veredicto puede determinar la vida del acusado.  Greiser se interna en aspectos pocos explorados  relativos a las cuestiones criminológicas, al cruce del psicoanálisis con otros saberes y a las problemáticas institucionales. Una interesante casuística ilustra la eficacia de la intervención analítica y su alcance subversivo, aún, fuera del consultorio.   El libro es de sumo interés, no solo para aquellos que trabajan como analistas en estos ámbitos, sino para aquellos que advierten que el psicoanálisis en extensión es fundamental para su supervivencia.
Silvia Ons

> Relaciones magnas * Lic. Gabriela Alluz


Ser un conquistador, para los ojos del mundo, constituye la causa de la vida de Alejandro Magno. Sin embargo, la autora vincula la vida de Alejandro con el deseo materno y lo mortificante de la pulsión.
 Relaciones magnas
* Lic. Gabriela Alluz


“Es preciso que los lectores recuerden que no he aprendido a escribir de las historias, sino sólo de las vidas; y las hazañas más fuertes y gloriosas no siempre son las que mejor muestran el vicio o la virtud del hombre; sino que muchas veces una cosa ligera, una palabra o un juego, saca a la luz el carácter de los personajes mucho mejor de que lo haría el relato de derrotas en las que hayan perecido diez mil hombres o de grandes batallas o de conquistas de ciudades mediante asedio o asalto…..”
PLUTARCO, Vida de Alejandro.


Si existe un héroe de la Antigüedad, este es sin duda Alejandro Magno; el joven rey de Macedonia que simboliza el fin de la Grecia clásica y la instauración de la  cultura helenística. La breve y loca aventura de este conquistador mítico se desarrolló entre los años 336 y 323 a.C, o sea que nos remitimos a una época donde hablar de dioses, poder y gloria era lo habitual.
En esa gran civilización griega nació Alejandro III.
“En el destino de un ser humano no hay nada más importante que las leyendas que han acunado su más tierna infancia, por mas inteligente que se vuelva. Todas ellas participan de la nebulosa que constituye su inconsciente, que determina en parte su personalidad futura. Este fue el caso del hijo de Filipo II : fue educado en la creencia de que era hijo del más grande de los dioses, un dios doble, egipcio- griego; que era más que un hijo de Zeus, lo que implicaba la genealogía legendaria de su padre y la de su madre, porque también era hijo del Amón egipcio, lo que le daba una superioridad indiscutible sobre todos los reyes, griegos o persas, de la historia, e incluso sobre su padre que sólo podía invocar a Zeus como antepasado mítico.” (Alejandro Magno. Ensayo biográfico. Roger Caratini).
Cuando alguien nace, no nace sujeto, nace como diría Lacan, en un baño de lenguaje y el inconciente es el discurso del Gran Otro; tal como afirma Miller “el lenguaje precede al sujeto” aún dice, ubicando el momento en que todavía no habla, la articulación significante está allí.
 El sujeto es más hablado que hablante, está determinado por el lenguaje.
 En la historia de Alejandro se observa claramente el discurso que lo habitó desde antes de su nacimiento fue educado en la creencia de que era hijo del más grande de los dioses, que le daba una superioridad indiscutible aún sobre su propio padre…estos significantes que lo precedieron  serán su serán su llamado a ser,  serán su insignia.
  El llamado supone al otro; para que el grito se convierta en llamado, dice Miller, se necesita el acuse de recibo del Otro, hace falta el reconocimiento de la identidad del sujeto por parte del Otro, hay un Otro que responde, la respuesta materna  indica que se trata de reconocer  que el grito no es solo una secreción orgánica sino que “se quiere decir algo” que representa al sujeto.
 Se trata del primer reconocimiento en que hay significante donde se creía que había realidad, lo que Miller denomina mutación significante, es decir el proceso de significantización introducido por la transformación del grito en llamado.
Si la respuesta del Otro hace emerger al sujeto, también podemos afirmar que el grito crea al otro, crea el espacio de resonancia; entonces se denomina insignia  a “las marcas de la respuesta” del Otro.
 El S1 marca el llamado como pregunta, cuya emergencia está determinada por la respuesta S2, este significante de la respuesta es el significante Unario.
 ¿Cómo se articulan los significantes en la vida de Alejandro Magno?
  La historia cuenta que Olimpia, su madre, era una mujer exigente, vengativa, devoradora, como lo relatan algunos textos,  que hizo de su hijo su causa.
A su vez, esta madre, es una mujer que  enfrenta y desestima al padre, al punto de negar su paternidad diciéndole: “En nombre de los dioses, jamás será tuyo, en mi útero llevé a mi vengador”.
Estas palabras de la madre, a modo de oráculo, vaticinan el destino de Alejandro y lo determinan a cumplir con el deseo materno, la demanda materna cobra un carácter de mandato.
La sustitución metafórica de madre por padre es, para Lacan, la condición de normativización del sexo del varón. Se supone que si no hay esta sustitución de madre por padre, el sujeto queda enganchado a este deseo imposible de la madre. Loco, no porque las madres deseen cosas locas, sino porque es loca la posibilidad de satisfacción.
Alejandro queda así alienado al deseo materno, alienado a su destino, por lo tanto al discurso del Otro. Responde con un “me quiere conquistador”. Aquí distinguimos claramente la respuesta a la pregunta materna ¿Qué me quieren?  Aparece el llamado que representa al sujeto y que  marca su destino, se arma un nombre que da un sentido a su existencia.
Lacan dice al respecto “Si el sujeto es, lo que afirmo en mi enseñanza el sujeto determinado por el lenguaje y la palabra, esto quiere decir, que el sujeto, en el inicio, empieza en el lugar del Otro, en tanto es el lugar donde surge el primer significante.” Más adelante explicará, “un significante es lo que representa un sujeto”, ¿ante quién? “No  ante otro sujeto sino ante otro significante.”
“El sujeto es ese surgimiento que, justo antes, como sujeto no era nada, y que apenas aparece queda fijado como significante.”
El S1 emerge cuando la identificación simbólica se separa de la imaginaria e introduce la identificación del sujeto como falta en ser, Lacan lo llamó “rasgo unario”, que en tanto significante unario el S1 es como el Sujeto, el resultado de un borramiento, es lo que queda cuando se perdió todo.
Alejandro queda así marcado por un significante primordial, un S1 que va a comandar y regir toda la cadena de significantes, ser un conquistador. Con ello vemos como responde al deseo materno y hace de ello la causa de su vida.
 Es fundamental distinguir demanda y deseo, depende del Otro, de la escucha del Otro,  hay que tomar el deseo al pie de la letra; permitir que el deseo se desprenda, dar lugar a que, lo que aparentemente quiere decir algo, esconde otra significación.
Miller plantea que hay dos identificaciones, S1 y S2,  la identificación constituida se sitúa en S1 (yo ideal) y la identificación constituyente en S2 (ideal del yo).
En la identificación constituída se trata de los efectos engendrados por la respuesta del otro, opuesto al Ideal del yo. Lo singular de la identificación es que pide ser considerado de una manera diferente, según se trate del operador de la identificación que es el Otro (S2) o del lado del  sujeto (S1) que es la constituída.
En relación a lo que es del lado del Sujeto, de la identificación constituida, vemos una escena fundamental en la historia de Alejandro donde el padre, Filippo, lo previno de los designios de su madre, diciéndole: “Puedes tener una vida larga pero sin gloria, o una vida corta y con gloria, como los dioses, pero, no hay gloria sin sufrimiento y tu madre no permitirá eso”. El padre permite a Alejandro realizar una elección, propicia una salida: morir joven y glorioso, con ello se evidencia la operación de separación, fundamental para la constitución del sujeto.
De lo que se trata  dice Miller, es de captar en lo que el sujeto dice, desde donde se identifica el sujeto, cual es la identificación que cuenta, que lo comanda, ubicar desde donde el sujeto se mira, lo que Freud denominó como ideal del yo, que sería más bien, según Miller,  un ideal del sujeto que concierne al yo.
Lo que es del orden de la identificación constituyente, del Ideal del Yo, en la historia de Alejandro es que éste logró lo que ningún emperador en la historia pudo conseguir, creó un magnífico imperio llegando a territorios impensados,  sin embargo, la causa de semejante travesía fue el intento de separarse de esta madre que signó su destino.
¿El se-pararse no sería acaso lo que Lacan toma del latín en sus dos sentidos: por un lado vestirse, como defenderse, procurarse lo necesario para que los demás se cuiden de uno, y por otro lado parir, advenir al mundo?
Ese se-pararse le permite a Alejandro no ser tragado por su madre, en toda su historia  se evidencia como está  privilegiada la pulsión oral.
 Lacan dirá “lo fundamental de cada pulsión es el vaivén con que se estructura”. Devorar y ser devorado, conquistar y ser conquistado, el carácter circular de la pulsión.  También en sus ansias de poder y de conquista se manifiesta su propia voracidad, en su acción de ir cada vez por más se evidencia el carácter repetitivo y devastador de la pulsión (automatom).
 La otra cara del objeto se manifiesta en su vertiente propiciatoria a través de lo invocante,  como seducía a sus guerreros por medio de la palabra, diciéndoles “el miedo a la muerte los hará vencer”. Toda su vida peleó para liberarse del miedo, miedo que se asocia con el horror a la castración.
Podemos situar, en el suceso del asesinato a Clito, el encomendado por su padre para cuidar de sus espaldas, su mejor amigo, se produce la tyché, ese malencuentro, ese encuentro fallido. Alejandro se angustia, queda recluido, no quiere ver a nadie,  allí comienza entonces una carrera desenfrenada hacia la muerte, toma decisiones alocadas, se enfrenta a ejércitos  imposibles de vencer, desafiando el peligro, exponiéndose sin límite, hasta que consigue ser brutalmente herido; es luego de esa batalla crucial donde, finalmente, toma una decisión: la de regresar a su tierra, sin embargo, nunca pudo retornar.
 ¿No habría en estas relaciones magnas un juego que lo deja sin relación? ¿No lo encontramos en la imposibilidad,  volviendo siempre hacia esa tensión de la batalla que le impone esta pulsión, a la que no alcanzan diez mil griegos a ponerle límite?
Cuando hace lazo; amigos, culturas, aún podemos percibir lo vitalizante, hasta que su último refugio lo abandona, Hefestión, su fiel amante, conduciéndolo a su propia muerte.
Para los ojos del mundo Alejandro Magno es considerado como el “Gran” conquistador, aquel que creó un magnífico imperio llegando a territorios impensados, sin embargo descubrimos que la vida de este gran héroe estuvo signada de forma trágica por el carácter mortificante de la pulsión.
¿Cuánto de Alejandro vamos llevando en estas búsquedas irrefrenables de un destino que no está en otro lugar más que en aquel grito que nos llamó a ser... aún cuando no éramos nadie?

* Lic. Gabriela Alluz
Psicóloga. Miembro de la Comisión Directiva
del CID Santiago del Estero

> Comunismo sexual * Susana Amado


Los síntomas contemporáneos en el ámbito colectivo, la inscripción del psicoanálisis en la cultura y el lugar del sujeto en el mundo social, son los temas que Susana Amado trata en este comentario sobre el libro de Silvia Ons, titulado “Comunismo sexual”.

Comunismo sexual
Silvia Ons
Paidós Biblioteca de psicología profunda 294
Buenos Aires .2012

Por Susana Amado *
Es sabido que Freud nunca descuidó en lo que hace a su época la pregunta por los síntomas contemporáneos en el ámbito colectivo.  Malestar en la cultura, Psicología de las masas y Moisés y la religión monoteísta son testimonio de ello. Si hay malestar es porque lo real, inaugurado o puesto de manifiesto por el discurso de la ciencia fijó el sentido de lo real, y es desde este sentido paradojal que el psicoanálisis tiene existencia.
Los efectos del psicoanálisis en la subjetividad de la época, el papel del mismo en los impasses de la civilización, son una referencia ininterrumpida en el discurso freudiano. 
En la enseñanza de Freud y de Lacan se autoriza Silvia Ons, para desplegar en su libro los temas que interpelan  al psicoanálisis en el campo cultural, político y social en sus múltiples manifestaciones, “para franquear los marcos a los que el psicoanálisis puede quedar confinado si no se lo inscribe en la cultura”.
Teniendo como hilo conductor los imperativos de la época, en su referencia a lo ilimitado del goce, la autora despliega, interpela y lee con precisa sutileza los temas que ocupan la vida cotidiana y que se manifiestan como malestar en la cultura.
Desde el inicio, Silvia Ons, se desmarca de una lectura sociológica, sobre los temas que va interpretar, en este sentido apela a Lacan que concibió el “discurso analítico, junto a otros, nunca solo, tal lazo –señala Ons- no nos habla de una homología” ya que el mismo perdería su condición si no mostrase su envés respecto de esos otros discursos.
“Los sujetos ya no están representados por significantes rectores que los nominan en el espacio público, y que clásicamente señalan su lugar en lo social, sino por maneras de gozar que se confiezan de modo inusitado”, con la pretendida ilusión de una felicidad y libertad sín límites, que les permite sostener la creencia  de una adecuación posible, de una igualación en los ideales, de una homogeneización compartida de goces.
“Comunismo sexual” es una práctica común a los swingers con la que bautizan y nombran sus comunidades de goce, y que en la actualidad encarnan “un estilo de vida”. Se trata de un divertimiento que se puso de moda a fines de la segunda Guerra mundial, que se extendió en la década del sesenta, y que el cine   ha promocionado hasta la actualidad. Los cultores de esta práctica sostienen que la misma es una “vacuna contra la infidelidad”, ya que el placer consiste en ver a sus parejas gozar con otro, con el consentimiento compartido. En un modo-alegan-de comunismo sexual, ya que la propiedad privada deja de existir. ¿Pero no es un modo,- se interroga la autora- de evitar la contingencia de los encuentros?  ¿Y una práctica que se sostiene en el control del otro? Sin embargo los adeptos la defienden alegando lo posible de una sexualidad sin amor y con la fidelidad sostenida en la pareja,  sin contraer ningún riesgo.
El uso del viagra en los jóvenes es otro de los temas que Silvia Ons encara en profundidad, destacando su frecuencia en los encuentros sexuales. Son constantes las referencias a Lacan para señalar la particularidad del goce masculino: “el desfallecimiento fálico es esencial en la experiencia masculina, como aquello que hace comparar ese goce con la pequeña muerte, localizando en esa deflación a la castración presente en el encuentro entre los cuerpos”, la misma se localiza a “nivel del cuerpo, en tanto caída de la turgencia fálica.” Para los jóvenes consumidores de Viagra, el argumento o suposición es sostener la erección y perpetuar el orgasmo, prescindiendo del tiempo entre una relación y otra. Paradojas de la satisfacción, ya que se deja de lado lo propio goce masculino al anularse la secuencia tumescencia-detumescencia. ¿“Ello equivaldría entonces a una feminización de lo masculino, ya que el mismo no se presta a esta caída abrupta?
 Las respuestas a estos interrogantes los despliega Silvia Ons, en un recorrido por distintos autores que han pensado esta época como una etapa hedonista, signada por el culto al placer e individualismo sin límites, en el que hedonismo, consumo y nihilismo se entrelazan y parecen inseparables. Concluye dicho capítulo con una referencia a Freud en el malestar en la Cultura en el que señala “que para soportar la vida no podemos prescindir de algunos resarcimientos: distracciones que nos hagan olvidar un poco nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ella”.
El hilo que sostiene la trama del texto, es una reflexión constante acerca del orden simbólico en la actualidad, y la manera con la que  nos arreglamos los psicoanalistas en esta época para ser pertenaires de sujetos que son consumidos por un síntoma sin sentido alguno y que no se dirigen al Otro. Silvia Ons desgrana los temas y los interroga con un sólido y elocuente manejo de la teoría psicoanalítica. De eso testimonian los casos clínicos presentados en varios capítulos del libro.
 Sabemos que Freud, consideró inicialmente a la identificación como el primer lazo afectivo a un objeto, también sabemos que las mismas varían según las épocas, sus vestiduras adquieren distintas manifestaciones que intentan velar la falta de relación entre los sexos. Los semblantes a los que recurren los adolescentes para afianzar su imagen, piercing, tatuajes, cortes de pelo, como un paso previo al encuentro público del boliche bailable, es el pretexto que se permite  Silvia Ons, para desplegar en el capítulo dedicado a la previa y los adolescentes, su interlocución con otros campos del saber, desde la filosofías , a la literatura, para señalar el empuje a lo efímero que propicia el mercado de consumo allí donde el padre ya no asegura las identificaciones. El imperativo que subyace es que “el supuesto libertinaje está regido por mandatos que impelen al exceso ligado al abuso de la ingesta. Dicha sujeción a los que se “debe hacer previamente” pone en cuestión la ilusión de libertad que acompaña a la falta de límites”.
Así cuando la ficción de libertad sin límites se impone al sujeto adolescente, también pronto se manifiesta que es “puro simulacro, ya que donde creemos ser libres la dominación del Otro es más completa”.
El amor, el cuerpo y el goce, son atravesados por los mismos imperativos y reglas de juego que la civilización actual le impone al sujeto. Silvia Ons, se propone en este libro responder, con los instrumentos que le brinda su práctica analítica los interrogantes que plantean los síntomas actuales, y su incidencia en la cultura.

* Lic. Susana Amado (Bs. As.)
Directora del IOM CID Sgo. del Estero. Docente del IOM. Analista Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana. Directora de la Revista Dispar del departamento de Psicoanálisis y Filosofía del CICBA. Supervisora del Equipo de violencia familiar del Hospital Álvarez de CABA y Responsable del Departamento de psicoanálisis y Filosofía del CICBA.

> Mujeres que aman demasiado. El infanticidio y la responsabilidad social. *Mabel Andrawos *Teresita G. Ruiz.


El infanticidio, como problemática social de primer orden en la actualidad, son reflexionadas por las autoras, desde las vertientes subjetiva y social. La primera, vinculada al mito de Medea de Eurípides, paradigma de la mujer sin límites, “¿se es madre por el hecho de engendrar en su vientre? Consideramos que la maternidad no es un instinto. El deseo de ser madre no viene inscripto genéticamente…” La segunda, lo social, vinculada a la soledad en la que los sujetos se encuentran en el mundo de hoy.

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Mujeres que aman demasiado
El infanticidio y la responsabilidad social.

*Mabel Andrawos  *Teresita G. Ruiz.

“Esto es para vos, traidor h. de p.”. “Loca de amor”. Estas fueron algunas de las frases escritas por una mujer que asesinó a su hijo para vengarse de su marido. Ante medios periodísticos declaró “lo hice para cagar al padre”. Luego, ya en la cárcel se suicidó.

Este es el final. Pero retrocedamos brevemente en el tiempo.

¿Quién era esta mujer? Poco sabemos de su historia,  se  informan los hechos atroces con insistencia, pero casi nada  de las historias de sus protagonistas. Su origen era brasileño. Había dejado su pueblo natal, su familia, sus vínculos, y podemos suponer que lo hizo para estar con el hombre a quien amaba “con locura”. Este, luego de 16 años la abandona por otra mujer.

Esta historia actual no es nueva, es tan antigua como la humanidad. Encontramos un fiel reflejo en el mito de Medea de Eurípides, paradigma de la mujer sin límites, capaz de cometer los actos más siniestros.

Nos preguntamos, en ese acto, en ese instante en el que lo asesinó, ese niño ¿era “su hijo”? o mejor dicho ¿era ella una madre? ¿Se es madre por el hecho de engendrar en su vientre?

Consideramos que la maternidad no es un instinto. El deseo de ser madre no viene inscripto genéticamente, no depende de la biología, ni son suficientes siempre los mandatos culturales, sino que mas bien se relaciona con la historia de cada sujeto, con el modo en fue amado, deseado, o no lo fue.

Lo que nos muestra el mito de Medea y lo que los psicoanalistas Sigmund Freud y Jacques Lacan nos enseñan, es que hay una disyunción entre la mujer y la madre, una no implica necesariamente a la otra. La posición femenina está en parte, en relación al campo del “sin límites”, del “extravío”. La posición materna encuentra un tope en el amor a sus  hijos.

Estas mujeres, “Medeas” que siempre existieron, aman sin límites a sus hombres y  cuando lo pierden, se pierden, se extravían.

Parafraseando el nombre del programa radial del periodista y escritor Alejandro Dolina, “la venganza será terrible” cuando son dejadas por el hombre “al que aman demasiado”, quedan sin brújula, caen en el sin sentido, siendo capaces  por venganza de matar a los hijos y a sí mismas.

Es posible pasar del amor al odio, los polos opuestos, dadas determinadas condiciones se juntan. Cuando se hace este pasaje se busca destruir al otro, en este caso al hombre amado/odiado, matando lo que ellos aman. Los hijos son considerados “hijos de él”, amados por él. Estos hijos no son subjetivados como propios, ninguna madre puede matar a su hijo. Matan a los hijos de “su hombre”,  porque saben que así les arrebatan lo más preciado. En ese punto, aman a su pareja, no a sus hijos.

Hasta aquí la referencia a lo subjetivo. Pero hay otro aspecto que como psicoanalistas no podemos dejar de preguntarnos ¿cuál es la responsabilidad de quienes, si bien no cometieron el terrible acto, no pudieron advertir el grave peligro y dejaron a este niño y a esta mujer desamparados? Como en tantas situaciones de maltrato verbal o físico, los signos estaban (amenazas explícitas, internaciones, denuncias del padre, pedidos de las hermanas, etc.). Los que la rodeaban, ¿estaban presentes? El padre lleva a sus hijos a vivir unos días con él, pero luego los reintegra al “cuidado” de la madre. Había pedido la tenencia legal de sus niños, pero la jueza todavía no se había expedido.

Es necesario que como ciudadanos, como integrantes de  instituciones de salud, judiciales, escolares y otras,  nos preguntemos  por qué “oímos” pero no “escuchamos” estas advertencias.

Estos pasajes al acto son posibles cuando el sujeto se encuentra en la más absoluta soledad sin el sostén de un Otro  que los escuche y los aloje.

Implicarnos, interrogarnos, asumir la cuota de responsabilidad que a cada quien nos compete desde nuestro lugares en la sociedad, dejar la fascinación por el espectáculo del horror que cautiva nuestras miradas, es la oportunidad para poder “ver y “hacer” de otros modos. Así, tal vez  contribuyamos a disminuir estas tragedias, comprendiendo la importancia de la celeridad  y de la peligrosidad de estos casos.


* Mabel Andrawos: Lic. En psicología, Psicoanalista, miembro de la EOL, AMP y Asesora Epistémica del Centro de Investigación y Docencia (CID) Sgo. del Estero, perteneciente al Instituto Oscar Masotta (IOM).

* Teresita Ruiz: Lic. En psicología, Psicoanalista, Presidente del Centro de Investigación y Docencia (CID) Sgo. del Estero, perteneciente al Instituto Oscar Masotta (IOM).



> Lo antiguo… lo nuevo en la institución hospitalaria. * Inés Cristina Contreras

El padecimiento, la salud mental y el hospital psiquiátrico, hoy, son los temas que la autora comenta, en vinculación con la ley nacional de salud mental, la judicialización de los pacientes y la cuantificación como mecanismo de exclusión. Afirmando la posición del psicoanálisis como una clínica no estándar para el siglo XXI, con psicoanalistas trabajando en red, insertos en una conversación con los diferentes discursos.


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Lo antiguo… lo nuevo en la institución hospitalaria
* Inés Cristina Contreras

En este trabajo intentaré dar cuenta de lo que nos ocurre, de los que nos viene ocurriendo dentro del hospital psiquiátrico, lugar donde se realiza la intervención psicoanalítica.
Nuestra intervención sin duda está en relación a la creación de Instituto Oscar Masotta en nuestra ciudad, lo que  ha dado un marco diferente en las actividades, tanto en la actividad privada como en las instituciones de salud.
Qué de lo antiguo: aún el discurso imperante es el de amo asistencialista, los jueces ordenando internaciones y tratamientos sin demanda del paciente, sin la consulta a los profesionales tratantes.
Esta judicialización significa una creciente amenaza de colapsar los dispositivos institucionales destinados a contenerlos.
Así el amo propone soluciones universales.
Dentro del hospital hay una clínica atravesada por distintas disciplinas: psiquiatría, psicología, enfermería, trabajadores sociales, siendo los discursos dominantes el discurso psiquiátrico y el de enfermería.
El psicoanálisis tiene lugar siempre donde hay un imposible que tratar; en Salud Mental hay un imposible de: “De gobernar… de gobernar la curación” (1).
Mientras tanto no se encuentra ningún dato positivo que nos asegure de que existe un determinismo unívoco desde lo biológico en los trastornos mentales y en el comportamiento humano.
Nos importa entonces hacer una clínica no-estándar para el siglo XXI.
Una clínica donde los psicoanalistas escuchemos los goces en juego en las instituciones y su funcionamiento.
¿Qué es lo nuevo? Podríamos decir que este año tenemos la sanción y aplicación de la Ley Nacional de Salud Mental, que es un avance en muchos aspectos especialmente contra la marginalidad social, se ira instalando un estado protector... sin duda tenderá a un nuevo universal del que los analistas tendremos que estar advertidos.
J. A. Miller dice que la salud mental es la paz social, ¿cómo acercarse a ella?
Es necesario que el goce del bla-bla tome forma de pregunta.
Que el concepto de transferencia definido por Lacan en el año 1.964, como la puesta en juego de la realidad sexual del inconciente es el fundamento que nos orienta hacia lo real de la experiencia analítica.
La orientación es, hacia lo real del sufrimiento.
Sabemos que el sujeto produce demasiados sentidos más de lo que necesita, así aparecen los diferentes nombres, y en la salud pública también se fragmenta la asistencia: a las adicciones, a las anorexias.
Desconfiamos de una insistencia cuantificadora y de tantas clasificaciones que solo suman segregación y exclusión.
En lo nuevo aparece la fascinación por una “salud corporal” y se le pide a la psiquiatría ser la proveedora de la medicación de la felicidad y también que participe junto a las cirugías del sexo biológico, fecundaciones artificiales en parejas homosexuales, adopciones etc.
El Psicoanálisis modifica los saberes, en los hospitales se tratará entonces de construir estructuras menos crueles, junto a los otros de la salud mental, no como analistas aislados sino como participantes de una red, a la que llamamos conversación.
Poder instalarse en un lugar de “uso posible” del analista, atento a los usos definidos en las conversaciones, ese será el porvenir (2).
La institución no es sólo (3) los consultorios, detrás de las puertas es donde pasan las cosas.
Es en las interpretaciones de Freud y de Lacan lo que nos permitirá situarnos en el lugar justo de la causa.
Sabiendo que la pulsión a la cual el sujeto ha renunciado, puede volver bajo la figura del líder moderno o de la nueva Ley, que en lugar del ideal manifiesta la presencia del goce (4).
Es entonces en la pragmática lacaniana, la orientación a lo real lo que modifica todas las otras clasificaciones para que el paciente no sea sacrificado en pos del “bien para todos” o del bienestar institucional.
Germán García nos dice en el ultimo happening del Instituto Oscar Masotta: “que cada uno espere lo que desea, sin dejar de hacer lo que corresponda”
Citas Bibliográficas
(1)          Eric Laurent. Psicoanálisis y Salud Mental
(2)          Eric Laurent. Psicoanálisis y Salud Mental
(3)          Eric Laurent. Psicoanálisis y Salud Mental
(4)          Psicoanálisis e Institución: una discusión – Monique Kusnierek y Eric Laurent


* Inés Cristina Contreras
Responsable de Sec. de Investigación del CID Santiago del Estero.
Miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL)
y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP)